Como lema fundamental para estos raros
tiempos de espejismos y mutaciones:
no pertenecer nunca a ninguna jauría.
No formar parte de ninguna patrulla
de linchadores. No acercarse jamás
a ninguna especie de grupo enardecido.
Ni marciales uniformados, ni portadores
de enseñas, ni tareadores de marchas
nacionales.
Comprendo perfectamente dónde me situa eso.
Y comprendo que uno puede muy bien
convertirse en víctima de la noche a la mañana.
Sin darse cuenta. Sin saber por qué.
Sin remisión alguna. Siempre es así.
Qué le vamos a hacer.
Yo tampoco creo en las banderas ni en los libros sagrados que no se pueden poner en duda.
Himnos, banderas,…se dicen demasiadas tonterías en su nombre. Cómo nos manipulan!!!
Este poema, después de ver la película La jauría humana cobra mayor sentido.