Nos tumbamos boca arriba
sobre las hojas de un almanaque,
piel contra piel,
deshaciendo un orgasmo;
después de haber consumado la noche
de la manera más salvaje;
tras gustar el sabor meloso
que ancla el carmín en tus labios
y evaporar el insaciable sudor
de esa última calada,
dejando
poco a poco,
que el martini
hiciera
su
trabajo.