Ver belleza donde otros ven melancolía. Ver vida donde otros ven tedio.
Escribir a modo de alumbramiento. A modo de reflexión. De consciencia. De intensidad. Como una imagen líquida frente al espejo de los días. Desde el interior del viento que nos arremolina. Bajo la lluvia. Sobre la superficie de la intemperie. Desde el borde del abismo de cada día pero también desde ese primer rayo de luz que filtra la persiana.
Sobre este oleaje escribe Isabel, sobre este movimiento gravitatorio, a veces más atraída por la luna que por el sol, y sin embargo, siempre deja atrás una sombra luminosa, una estela que también a nosotros nos salva.
Las migajas de las que habla Fernando Aramburu bien pudieran ser las de H. M. Enszenberger o las que cualquier filósofo nórdico, porque la poeta es una mujer otoñal, lluviosa, en la que la nostalgia hierve, mientras avanza por un calendario vital con la lentitud de “quienes huyen”, con el apoyo de dos grandes bastones: F.L. Chivite y Samuel Beckett.
la prisa y la fiebre
Abandonar la prisa y su vértigo. Caminar muy despacio, sentarnos y sonreír de vez en cuando, para que nadie note que estamos huyendo
souvenir del vértigo
A veces me acuerdo de cosas que nunca pasaron, y esos recuerdos me hielan la sangre.
Mientras vamos a la caceria de tu alma, tu reflexionas, y nos tienden trampas, como un puñal con el mango clavado en el hielo y el filo hacia arriba y lleno de sangre. El lobo lo lame y se corta la lengua una y otra vez porque piensa que es comida hasta que muere.