“hay un mundo nuevo dentro de la zanja
trinchera que esconde guerreros de un ayer vencido”
Un poeta sin imaginación es una bonito cadáver en la zanja de una realidad que huye de él. Una poeta sin audacia en los dedos es una porta acomodada en un pasado que no le debe nada. Una poeta que asume un riesgo pudiendo quedarse quieta, muestra la valentía y el temblor necesario de quien hace la búsqueda y la poesía su camino.
El lenguaje es el instrumento más valioso que empuña un poeta, el peligro, la repetición o la polisemia. Aquí la poeta muestra su destreza llevándonos de un significado a otro: nos remite a una guerra o a un refugio, el sexo, trinchera, ataúd, búnker, a un no lugar de superviviencia, como dice Hölderlin, donde abunda el peligro, crece lo que nos salva.
Un libro magnífico, un universo kafkiano que nos desborda con su lenguaje, lleno de zanjas donde tropezar y buscar alivio.
Las manos están en la cabeza. El cuerpo en el que
transitamos la vida está en la cabeza. Los pies están en
la cabeza. El sexo está en el hipotálamo. El deseo y el
amor también residen en estas zonas del cerebro. Por
lo tanto, el corazón también está en la cabeza. Me
pregunto si podríamos vivir sin cuerpo. Sólo con
cabeza. Allá donde todo es una construcción abstracta.
Una preciosa representación mental en la que se
repiten momentos emotivos momentos emotivos
momentos emotivos momentos momentos momentos
emotivos. Entonces pienso en el cerebro. En sus capas.
Allá donde el verbo y la acción de olvidar es enviar lo
olvidado al nivel diez en la memoria. Estratosferamos
para dejar espacio en el nivel uno. Todo se olvida pero
nada se olvida todo se olvida pero nada
se olvida. Y esta gestión, esta actividad, ocurre a
espaldas nuestra. Allí donde una cucharada de albañiles
edifica la razón.
tengo tanta confianza en el lenguaje como desconfianza
porque el lenguaje es el contacto intacto
y porque sin lenguaje
nada
se
muestra
se demuestra