PEQUEÑA FORMACIÓN DEL UNIVERSO
(Tercer movimiento)
La raíz de la música es dolor
del cuerpo,
lo señala la sangre de las manos.
En el bosque concurre
aquella simetría
de corcheas y si bemoles.
Quizás seas la única
que lo puedas mirar.
Sabes que el tempo
de los verdes ya no es flexible,
así que con la pluma
de la memoria y el olvido
afinaste los instrumentos.
Nos sangraron las manos,
pero la música salió
y salieron las enganchadas
de las llaves con nuestras puertas,
los resbalones de aquel joven,
la nefasta poesía de los epígonos
y la coqueta cucaracha
con tu paseo por tus días.
Concibieron los pájaros carpinteros
el mejor solo
y Charlie Parker se enrolló
en el caracol del oído.
Si hubieras contemplado cómo
la orquesta nos hacía
vivir nuestra mirada,
observábamos cómo
descendía el sudor
de los músicos hacia
la fugaz melodía.
Y todo terminaba
con el pequeño tamboril del niño.
¡Qué bien
lo habíamos pasado!
y ¡cuánta verdad hubo entonces!
Alguna vez nos hacen caso
las palabras y las amamos.